Casa Joven: donde el corazón encuentra un propósito
Cuando muchas manos se unen con un mismo propósito, el corazón del proyecto Casa Joven late más fuerte. Cada voluntario que cruza nuestras puertas trae consigo una historia, un deseo de sumar, y una profunda humanidad que enriquece cada rincón de esta casa. Hoy abrimos un pedacito de esa experiencia a través de las voces de tres voluntarios que, con el corazón en la mano, y desde distintas experiencias y miradas, nos cuentan cómo ha sido su camino en Casa Joven y lo que este proyecto significa para ellos.
«Mi nombre es Jorge y empecé en Casa Joven como voluntario, aunque más tarde también realicé mis prácticas como integrador social. Casa Joven es un recurso, un hogar, un lugar donde muchos jóvenes expresan sus emociones, aprenden y juegan en un entorno saludable y lleno de amor. La juventud de Montilla es el mayor tesoro que tenemos, un tesoro que merece ser escuchado y arropado y que sin duda está en el lugar adecuado. Desde el primer día me abrieron la puerta y me hicieron sentir uno más de la familia, de una gran familia. Son chicos y chicas que tienen un gran corazón e intentan superarse cada día, además de demostrar al mundo lo capaces que son de perseguir sus sueños y no rendirse nunca. Me llevo una experiencia muy enriquecedora, muchos recuerdos… Han dejado una huella imborrable en mí y nunca olvidaré este tiempo aquí. Me voy, pero siempre seré de Casa Joven». – Jorge Gómez.
«Fue mi cuñado Vicente, patrono de La Fundación Social Universal quien me propuso colaborar con Casa Joven dando clases de matemáticas, física y química. Me puso en contacto con Mamen y Adrián, Pilar estaba de baja. Me explicó Adrián en qué consistía, me envió la documentación y empecé a asistir los martes por la tarde. Sabiendo que se trataba de ayudar a chavales con riesgo de exclusión social, creía que me encontraría con chavales con problemas de comportamiento.
Como dice Pilar, cada uno tiene una mochila o su motivo para estar en Casa Joven que yo desconozco. No sé que problemas de vulnerabilidad pueden tener o han podido tener para necesitar la ayuda de Casa Joven, pero yo lo que me he encontrado es a chavales agradecidos con la más mínima ayuda que le prestas, correctos y sobre todo muy afectuosos. Creo que Pilar y Adrián hacen una labor extraordinaria. Es para mí una gran satisfacción aportar mí granito de arena y colaborar con Casa Joven». – Alejandro Ruz.
«Muchas cosas suceden en nuestras vidas y, ¿tal vez son por casualidad? El hecho es que sin buscarlo ni quererlo me encuentro siendo voluntario colaborador de Casa Joven. Os cuento: yo había oído hablar de Casa Joven como un espacio en el que unos monitores se encargan de acompañar a chavales y chavalas por las tardes ayudándoles en sus tareas y realizando actividades lúdicas. Pues bien, por el mes de enero, Pepe Ferreira me propuso si quería colaborar con Casa Joven, pues necesitaban a alguien que pudiera ayudar con las tareas de Física y Química y Matemáticas a un nivel superior de 1º y 2º ESO. La verdad que no me lo pensé mucho, solo era una tarde a la semana y qué mejor que dedicar el tiempo a ayudar a quien lo necesita. Y aquí estoy como voluntario, ayudando a chicos y chicas que necesitan apoyo. Tengo que decir que desde el primer día que llegué me sentí como en casa, aquel no era un lugar extraño, todo lo contrario, es como una gran familia y la acogida fue fenomenal. Gracias a Pili y Adri (ellos son los “padres” de esta casa) la integración de todos es un hecho y nadie se siente fuera de lugar. En cuanto a mi labor, ayudo con las tareas de los que lo necesitan y en la preparación de los exámenes. Suelen ser receptivos y aunque les cueste ponerse a trabajar agradecen la ayuda que le prestamos.
Así que, por casualidad o no, este curso he tenido una experiencia distinta y muy enriquecedora y gracias de nuevo a Pepe, Adrián y Pili por haberme implicado en Casa Joven y quererme entre ellos. Nos vemos el próximo curso». – José Mariano Lucena (Chena).
Gracias a quienes, con su entrega desinteresada, han hecho de Casa Joven mucho más que un espacio: un verdadero hogar. Cada gesto, cada tarde compartida, cada palabra de aliento contribuye a construir un entorno en el que los jóvenes se sienten vistos, valorados y acompañados. Historias como las de Jorge, Alejandro y Chena nos recuerdan que el voluntariado transforma tanto a quienes reciben como a quienes dan. A todas y todos los que formáis parte de esta gran familia: gracias por estar, por creer y por dejar huella.