Lucha Contra el Cambio Climático

No es descabellado afirmar que el mayor problema ambiental al que nos enfrentamos y al que deberán enfrentarse las generaciones futuras, tiene que ver con el Cambio Climático y la multitud de efectos reales y concretos derivados del mismo. De entre el conjunto de gases con capacidad de retener parte de la radiación solar en las capas inferiores de la atmósfera (efecto invernadero), cobra una especial importancia el CO2. No se trata del gas con mayor potencial para generar efecto invernadero, pero sí el mayor responsable por las elevadas cantidades emitidas anualmente como consecuencia del actual modelo productivo: transporte de mercancías y personas, producción de energía y alimentos, etc.

Los estudios revelan que los efectos del cambio climático serán especialmente patentes en regiones como la mediterránea donde las temperaturas subirán por encima de la media, aumentará la frecuencia y duración de las olas de calor y se reducirá la cantidad y frecuencia de las precipitaciones anuales, entre otros. Es fácilmente entendible que una zona como Campiña Sur situada en este contexto y con una clara contribución del sector agroalimentario al conjunto de su economía, puede verse especialmente afecta en los próximos años.
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LA AGRICULTURA ES UNA DE LA MAYORES FUENTES DE EMISIONES DE C02

    La agricultura es una de las mayores fuentes de emisiones de CO2, (consumo de combustible, descomposición de materia orgánica del suelo y pérdida de vegetación natural) (Schlesinger, 2000); pudiéndosele atribuir hasta el 25% del global de emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) si tenemos en cuenta los que se emiten en la producción de insumos y aguas abajo en la cadena alimentaria (Bennetzen et al., 2016). Sin embargo, también es verdad que el sector agrícola presenta la potencialidad para convertirse en un importante sumidero de CO2 por la actividad fotosintética de los cultivos (más los leñosos), pero, sobre todo, por la acumulación de grandes cantidades de Carbono en forma de materia orgánica que pueden, y deben, incorporarse a los suelos agrícolas.

    Por otra parte, la acumulación de Carbono atmosférico en el suelo en forma de materia orgánica genera la aparición, puesta en marcha y mantenimiento de toda una serie de dinámicas biológicas que podríamos calificar de virtuosas y que tienen como resultado una mejora de las tasas de fertilidad del suelo, las producciones y los aspectos fitosanitarios de las fincas.

    Además, estas actuaciones producen unos beneficios añadidos para la agricultura como la disminución de la erosión, el incremento de la biodiversidad y la belleza paisajística, la disminución de las plagas y enfermedades y, en definitiva, el incremento de la rentabilidad de las explotaciones agrícolas. También, el incremento de la biodiversidad se produce de forma paralela al disminuir el uso de productos fitosanitarios en las parcelas agrícolas o su sustitución por otros productos o por el empleo de métodos alternativos para la gestión de plagas.

    El papel de los agricultores es fundamental, se encuentran con una necesidad continua de aumentar su formación para conocer técnicas de manejo de plagas y enfermedades que mejoren la explotación e incrementen la rentabilidad. Esta situación, además, se enmarca en el aumento de las restricciones de materias activas de productos fitosanitarios para combatir las plagas y enfermedades. A la vez, la PAC premia las acciones verdes en las explotaciones agrícolas, orientando las ayudas hacía un mayor respeto al medio ambiente, potenciando la fauna auxiliar y las cubiertas vegetales, por ejemplo.

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